domingo, 28 de febrero de 2010

Determinantes económicos de la desmutrición infantil

Por Anibal Velásquez

En América Latina se han gastado billones de dólares anuales para subsidiar o proveer alimentos para gente en riesgo de desnutrición, a un costo de 20 dólares por beneficiario o 4 dólares per cápita. Sin embargo, la prevalencia de la desnutrición se mantiene, lo cual sugiere que estos gastos son pobremente dirigidos o inefectivos (1). Del mismo modo, en el Perú, a pesar que desde 1997 hasta el 2005 se ha gastado en programas alimentarios 2 mil millones de dólares, es decir 260 millones de dólares anuales en promedio, no se logró reducir la desnutrición crónica (2). En ese sentido, los programas de nutrición han evolucionado en las últimas décadas, desde aplicar soluciones tecnológicas que no han demostrado un impacto relevante antes de la década de los ochenta, hasta una aproximación económica en los últimos años (3). Actualmente, se reconoce que la pobreza y el poder de compra son problemas centrales en la desnutrición, de tal forma que los progresos de los programas de nutrición se caracterizan por una visión más integral vinculada con el desarrollo. Se ha expuesto la existencia de una correlación positiva entre programas económicos de largo término y el estado de salud y nutricional de los niños (4-7).


La relación entre la salud de la población y la economía es compleja, no es fácil establecer relaciones causales (4). Una revisión sobre las relaciones que existen entre disponibilidad de alimentos, acceso, consumo y nutrición ha sido realizada por Diskin, quien ha construido un marco conceptual para mostrar estas relaciones (8), donde se destaca que la disponibilidad de alimentos es un prerrequisito para el acceso a estos, y la producción doméstica es un medio para alcanzar la disponibilidad adecuada. Sin embargo, las estrategias de producción doméstica no son necesariamente los mejores medios para asegurar disponibilidad de alimentos. Del mismo modo, el incremento de la disponibilidad de alimentos en el ámbito nacional o regional, no asegura su mayor acceso, por lo tanto, no reduce el hambre (9-12), inclusive hay informes que declaran que el hambre es extenso en algunos países que producen exceso de alimentos para exportación (9).

Las evidencias sugieren que la desnutrición depende más del poder de compra que simplemente de la disponibilidad (8). De esta forma, la diseminación de las tecnologías agrícolas mejoradas, pueden incrementar los ingresos o bajar los precios o la inseguridad de alimentos en los hogares (13). Los precios de alimentos tienen una fuerte influencia en los ingresos reales para los consumidores pobres, porque gran parte de sus ingresos (60 a 80%) se gasta en éstos (8).

Muchos estudios apoyan la noción de que el bienestar, los ingresos económicos y los precios, son importantes determinantes del consumo de alimentos por los hogares y los individuos (14-21). Sin embargo, esta conclusión no es compartida por otras publicaciones que han mostrado que el incremento en el acceso a los alimentos en los hogares no necesariamente conduce a aumentar el consumo para los miembros desnutridos de la familia (22-24).

Para estudiar esta relación se suele usar dos medidas: “la elasticidad del gasto en alimentos” que estima cuánto del cambio de los determinantes del acceso a los alimentos (ej. precios, ingresos, propiedad de la tierra) está relacionado con los cambios de consumo de alimentos (medido en unidades monetarias, e incluye el consumo de la producción de hogar como las compras en el mercado); y “la elasticidad de ingesta de alimentos” que estima cuánto de los cambios de los determinantes de acceso a los alimentos afectan los cambios en la ingesta de alimentos (medido en calorías o en otros nutrientes específicos, y frecuentemente utilizan la disponibilidad de los alimentos en el hogar como un marcador).

Se ha reportado que la propiedad de la tierra (16,18,25) y los precios de los alimentos (19,26) afectan su consumo; además, en estas investigaciones se ha encontrado fuertes elasticidades positivas entre el promedio de ingresos y el consumo de alimentos (1 a 0,5), sin embargo, estas elasticidades han variado en amplio rango y, en algunos, casos fue débil (0,15) (23).

Las elasticidades entre ingresos y consumo de calorías dependen de la relación del nivel de ingresos y del nivel de ingesta de calorías de los hogares, así, en aquellos que tienen dietas con suficientes calorías es más probable que no compren más alimentos con los ingresos adicionales. Numerosos estudios han demostrado que las elasticidades de la demanda de alimentos son más altas en los hogares más pobres o con menos ingesta de calorías (26-31).

El mayor gasto por caloría está asociado con más altos ingresos y que se reflejarían en la calidad nutricional. El incremento en los ingresos permite elegir alimentos de mayor precio para mejorar la variedad, el gusto, la conveniencia y, tal vez, la calidad nutricional. Sin embargo, otros factores pueden afectar el consumo de alimentos y la calidad de las dietas; por ejemplo, con la urbanización (17) se reduce la lactancia materna, se incrementa el consumo de pan blanco y arroz pelado, se consume más alimentos fuera del hogar y se da mayor preferencia a comidas más fáciles de preparar.

En los hogares con mujeres con mayor tiempo disponible, hay mayor probabilidad de consumir alimentos tradicionales más nutritivos y más difíciles de preparar (32). El tiempo que disponen las madres para atender la nutrición de sus hijos puede ser un determinante en la nutrición de los niños, no obstante, la evidencia de la literatura es controversial (8).

El consumo de los alimentos varía también entre los miembros de la familia, se ha publicado que la edad y el sexo son determinantes importantes para el acceso a los alimentos dentro del hogar, de tal forma que se alimenta mejor al hombre que a la mujer, al primer hijo que al último y a los hombres que trabajan que a los más ancianos (8).

Por otro lado, otro factor importante en la calidad de la dieta es el control de los ingresos, si la mujer tiene más control de éstos, es más probable que tenga mayor impacto en el consumo de alimentos y en el estado nutricional, especialmente para los niños (8).

Es importante también, determinar si la ingesta de alimentos es una medida apropiada como marcador del estado nutricional. Cuando se relaciona los ingresos con la nutrición, se asume que el consumo de alimentos tiene relación directa con la desnutrición, así se sobreestima la importancia de los ingresos en el estado nutricional.

Se puede sobrestimar si es que con mayores ingresos se incrementa la ingesta de alimentos pero de menor calidad (esto ocurre en los más pobres o cuando se prefiere alimentos más refinados o con mejor sabor).

También se puede subestimar este efecto cuando se asume que la ingesta de nutrientes no es afectada por la calidad de los alimentos y por otros factores (ingesta de micronutrientes, demanda de alimentos de mayor calidad, preparación de los alimentos, saneamiento, atención de salud, y atención del niño) (8).

En consecuencia, existe un debate sobre lo apropiado de utilizar elasticidades de la ingesta de nutrientes como una medida de los efectos de los ingresos sobre la nutrición. Estos antecedentes sostienen la necesidad de actualizar los conocimientos sobre la relación de los determinantes económicos y la nutrición, así como de la eficiencia de programas económicos que mejoran el estado nutricional en áreas de pobreza. Es bajo este contexto que se revisó la magnitud del efecto de los determinantes económicos en la nutrición y la efectividad de las intervenciones de reducción de la pobreza, que mejoran la nutrición en ámbitos rurales y pobres de países de escasos recursos (Ver artículo completo en: Velásquez A. Efectividad de programas de reducción de la pobreza en la nutrición infantil y los determinantes económicos de la nutrición en países de escasos recursos. Rev Peru Med Exp Salud Publica. 2009; 26(4): 478-93).

REFERENCIAS

1. Musgrove P. Feeding Latin America´s children. World Bank Res Obs. 1993; 8(1): 23-45.
2. Instituto Peruano de Economía. Evolución del gasto público en programas alimentarios y de nutrición infantil. Lima: Instituto Peruano de Economía; 2007.
3. Berg A, Austin J. Nutrition policies and programs: a decade of redirection. Food Policy. 1984; 9(4): 304-12.
4. Belli P, Bustreo F, Preker A. Investing in children´s health: what are the economic benefits? Bull World Health Organ. 2005; 83(10): 777-84.
5. Deolalikar A. Nutrition and labor productivity in agriculture: estimates for rural south India. Rev Econ Stat. 1988; 70(3):406-13.
6. Haddad L, Bouis H. The impact of nutritional status on agricultural productivity: wage evidence from the Philippines. Oxford Bull Econ Stat. 1991; 53(1):45-68.
7. Thomas D, Strauss J. Health and wages: evidence on men and women in urban Brazil. J Econom. 1997; 77(2): 159-85.
8. Diskin P. Understanding linkages among food availability, access, consumption, and nutrition in Africa: Empirical findings and issues from the literature. MSU International Development Working Papers 46. Michigan: Department of Agricultural Economics, Michigan State University; 1994.
9. Jayne T, Chisvo M. Unraveling Zimbabwe´s food insecurity paradox: implications for grain market reform in Southern Africa. Food Policy. 1991; 16(4): 318-29.
10. Kennedy E, Haddad L. Food security and nutrition, 1971- 91: lessons learned and future priorities. Food Policy. 1991;17(1): 2-6.
11. Sarma J, Vasant P. Production and consumption of food grains in India: implications of accelerated economic growth and poverty alleviation. Research Report No. 81. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1990.
12. Sen A. Poverty and famines: an essay on entitlement and deprivation. New York: Oxford University Press; 1982.
13. Kennedy E, Bouis H. Agriculture/nutrition linkages: implications for policy and research. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1993.
14. Kennedy E, Cogill B. Income and nutritional effects of the commercialization of agriculture in Southwestern Kenya. Research Report No. 63. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1987.
15. Srinivasan T. Hunger: Defining it, estimating its global incidence, and alleviating it. In: Gale D, Johnson G, Schuh E. The role of markets in the world food economy. New Haven, CO: Yale University Economic Growth Center; 1985.
16. Bouis H, Haddad L. Effects of agricultural commercialization on land tenure, household resource allocation, and nutrition in the Philippines. Research Report No. 79. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1990.
17. Von Braun J, McComb J, Fred-Mensah B, Pandya-Lorch R. Urban food security and malnutrition in developing countries: trends, policies, and research implications. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1993.
18. Von Braun J, De Haen H, Blanken J. Commercialization of agriculture under population pressure: effects on production, consumption, and nutrition in Rwanda. Research Report No. 85. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1991.
19. Von Braun J, Puetz D, Webb P. Irrigation technology and commercialization of rice in the Gambia: effects on income and nutrition. Research Report No. 75. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1989.
20. Ravallion M. Income effects on undernutrition. Econ Dev Cult Change. 1990; 38(3): 489-515.
21. Haddad L, Sullivan J, Kennedy E. Identification and evaluation of alternative indicators of food and nutrition security: some conceptual issues and an analysis of extant data. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1992.
22. Alderman H. Incomes and food security in Ghana. Working Paper No. 26. New York: International Food Policy Research Institute; 1992.
23. Kennedy E. The effects of sugarcane production on food security, health, and nutrition in Kenya: a longitudinal analysis. Research Report 78. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1989.
24. Behrman J, Foster A, Rosenzweig M. The dynamics of agricultural production and the calorie-income relationship: evidence from Pakistan. J Econometrics. 1997; 77(2): 187-207.
25. Tschirley, D, Weber M. Food security strategies under extremely adverse conditions: the determinants of household income and consumption in rural Mozambique. World Development 1994; 22(2):159-73.
26. Alderman H, Higgins P. Food and nutritional adequacy in Ghana. Working Paper No. 27. Washington DC: Cornell Food and Nutrition Policy Program; 1992
27. Schiff M, Valdes A. Nutrition: alternative definitions and policy implications. Economic Development and cultural Change. 1990; 38(2):281-92.
28. Senauer B. Household behavior and nutrition in developing countries. Food Policy. 1990; 15(5): 408-17.
29. Alderman H. The effect of price and income changes on the acquisition of food by low-income households. Washington DC: International Food Policy Research; 1986.
30. Schnepf R. Nutritional status of Rwandan households: survey evidence on the role of household consumption behavior. Working Paper 23. Washington DC: Cornell Food and Nutrition Policy Program; 1992.
31. Sarma J, Vasant P. Production and Consumption of Food Grains in India: Implications of Accelerated Economic Growth and Poverty Alleviation. Research Report No. 81. Washington DC: International Food Policy Research Institute; 1990.
32. Abdi O. Dietary changes in Cote dÍvoire and the effect of the value of women´s time on household food acquisition behavior. [PhD. Dissertation] New York: Cornell University;
1992.
33. Clarke M, Oxman AD. Manual del revisor Cochrane 4.1.6. Oxford: The Cochrane Library; 2004.
34. Morris SS, Flores R, Olinto P, Medina JM. Monetary incentives in primary health care and effects on use and coverage of preventive health care interventions in rural Honduras: cluster randomized trial. Lancet. 2004; 364(9450): 2030-37.
35. Rivera J, Sotres-Alvarez, Habicht JP, Shamah T, Villalpando S. Impact of the Mexican Program for Education, Health, and Nutrition (Progresa) on rates of growth and anemia in infants and young children. A randomized effectiveness study. JAMA. 2004; 291(21): 2563-70.
36. Bushamuka VN, de Pee S, Talukder A, Kiess L, Panagides D, Taher A, et al. Impact of a homestead gardening program on household food security and empowerment of women in Bangladesh. Food Nutr Bull. 2005; 26(1): 17-25.
37. Blakely T, Hales S, Kieft C, Wilson N, Woodwartd A. The global distribution of risk factors by poverty level. Bull World Health Organ. 2005; 83(2): 118-26.
38. Issler RM, Giugliani ER. Identification of the groups most vulnerable to infant malnutrition through the measuring of poverty level. J Pediatr (Rio J). 1997; 73(2): 101-5.
39. Reyes H, Pérez-Cuevas R, Sandoval A, Castillo R, Santos JI, Doubova SV, et al. The family as a determinant of stunting in children living in conditions of extreme poverty: a case-control study. BMC Public Health. 2004;4:e57.

Foto credito: Anibal Velasquez. Mc Donald´s en un muro Inca de la Plaza de Armas del Cusco

No hay comentarios.: